La pandemia del COVID-19 ha puesto patas arriba nuestras vidas desde hace más de un año. Aunque entonces nos resultara anómala la situación, todavía no somos capaces de saber cuándo podremos recuperar nuestra vida de antes.
La limitaciones que tenemos para disfrutar de nuestro ocio como antaño, el miedo a contagiarnos e infectar a nuestros allegados y la incertidumbre sobre el futuro que nos espera podrían llevarnos a desfallecer.
Y es que, a menudo, no sabemos como hacer frente a la situación que estamos viviendo, pues resulta extraña y agotadora, aunque a la par se ha vuelto familiar al cabo de los meses.
A pesar de que como seres humanos llevamos innato nuestro deseo de superación, muchos no llegamos a ser todo lo fuertes que nos gustaría: nos cansamos, nos preocupamos, nos confundimos y nos rompemos por diferentes sitios.
Rememorar tiempos pasados o fantasear con el futuro es legítimo mientras no nos impida ocuparnos correctamente de nuestras responsabilidades presentes.
En un estudio publicado a finales del año pasado sobre el impacto de la COVID-19 en los servicios de salud, la Organización Mundial de la Salud indicó que la pandemia tiene consecuencias directas e indirectas en la salud emocional de la población general, especialmente de las personas más vulnerables, que provocan un aumento en el uso de los servicios de salud mental.
Quien más quien menos, ha visto mermado su bienestar psicológico de manera significativa en algún momento de los últimos meses. En este sentido, la Confederación Salud Mental España señala que el incremento de los problemas de salud psicológica en el país supera a las capacidades de un sistema con insuficiencia de recursos y servicios.
Si bien es verdad que no existen vacunas que puedan solucionar este problema, sí podemos explorar de una manera realista y acorde a nuestras circunstancias diferentes recursos para afrontar la situación.
Vivir día a día
Para salvaguardar un cierto nivel de salud psicológica debemos manejar adecuadamente nuestros tiempos. Esto implica respetar, en la medida de los posible, un correcto equilibrio entre presente, pasado y futuro. En definitiva, entre los pensamientos, las emociones y las conductas asociados a cada uno de ellos.
Vivir día a día este desafío no quiere decir que el pasado y el futuro no existan en nuestros pensamientos, sino que deben ocupar un espacio adecuado en nuestro mundo interno.
El recuerdo nos puede llevar a la satisfacción y al deleite en nuestros logros pasados, pero también a la nostalgia, la melancolía o la idealización. Por otro lado, es imprescindible que imaginemos el futuro, pero no es bueno que nos enganchemos a miedos anticipatorios, catastrofismos o expectativas distorsionadas sobre cómo será todo tras el fin de la pandemia.
Rememorar tiempos pasados o fantasear con el futuro es legítimo mientras no nos impida ocuparnos correctamente de nuestras responsabilidades presentes y no se convierta en un mecanismo rígido.
Regular nuestras expectativas
Debemos controlar las fantasías sobre el futuro a corto, medio y largo plazo para no confundirlas con la realidad y no dar por hecho que las situaciones complejas del presente se resolverán de manera mágica con la llegada de una única y repentina solución.
Aunque a veces no podamos evitarlo, es necesario tener cuidado con nuestra tendencia a presuponer que nuestros deseos se cumplirán en tiempo y forma tal y como los hemos imaginado.
Al final se trata, según nuestro propio estilo, de no distorsionar nuestra realidad excesivamente.
De este modo, podremos prevenir una decepción o frustración futuras más intensas de lo que podemos manejar y contra las que tendremos que desplegar estrategias de afrontamiento.
Lecturas recomendadas
El CPC de algunos colutorios podría reducir la capacidad de contraer COVID-19
Utilizado habitualmente en enjuagues bucales, dentífricos y aerosoles para la garganta y las vías nasales, el cloruro …
Autocuidado de cuerpo y mente durante la pandemia
La pandemia está teniendo un impacto enorme en nuestra vida cotidiana. Los efectos físicos, pero especialmente los emo…
Evitar la intoxicación informativa
Existen dos maneras de reaccionar a la gran cantidad de noticias que se publican sobre la pandemia: por un lado, hay personas que escogen aislarse y evadirse apagando Internet, la televisión o la radio; por el otro, hay individuos permanentemente conectados a la actualidad.
La intoxicación informativa, conocida como infoxicación, se produce cuando tenemos miedo a perdernos información. Sin embargo, el exceso de esta, además de alterar nuestra capacidad para tomar decisiones, puede producir ansiedad.
Es fundamental acudir a nuestras redes informales de apoyo: familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc.
Cabe recordar que la información aumenta el conocimiento hasta un cierto punto, más allá del cual empieza a generar saturación, no añade nada nuevo y puede dar pie a una gran cantidad de confusión.
En términos generales, es recomendable mantenerse relativamente informado sobre el desarrollo de los acontecimientos para poder ajustar nuestra conducta, emociones y pensamientos a lo que ocurre de una manera coherente.
Ver las cosas desde diferentes puntos de vista
Relativizar siendo conscientes de situaciones diferentes a la nuestra ayuda a construir un punto de vista más realista y equilibrado sobre nuestras vivencias.
En la soledad de la reflexión existe el riesgo de no ver más allá de nuestro pequeño mundo. Nos “recocemos” en nuestras preocupaciones, y llegamos a pensar que nuestra realidad es la única que existe.
Es cierto que no a todo el mundo le ha impactado negativamente la pandemia, pero también es evidente que hay gente que ha vivido verdaderas crisis personales. Compararnos siempre con aquellas personas a las que les va mejor que a nosotros es poco recomendable porque siempre nos deja en mal lugar.
Buscar apoyo activamente
Ya en octubre de 2020, la Revista Española de Salud Pública señalaba que la imposibilidad de desplazarse personalmente a la consulta de un profesional por las restricciones impuestas o por el miedo a establecer un contacto de riesgo estaba provocando una transformación de los canales formales de apoyo psicológico.
Las intervenciones presenciales han tenido que sustituirse o complementarse con nuevas formas de terapia a distancia, a través de diferentes dispositivos. Muchas veces se llevan a cabo mediante líneas telefónicas de apoyo puntual o de terapia psicológica continuada en formato online, vías cada vez más perfeccionadas.
Por otro lado, la salud mental en el ámbito laboral está siendo una de las grandes amenazadas desde el comienzo de la emergencia sanitaria, siendo un colectivo especialmente vulnerable el personal sanitario implicado en la primera línea contra la pandemia, tal y como alertan en un informe la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) .
También los docentes y profesores están enfrentándose a dificultades relacionadas con su bienestar psicológico, presentando con frecuencia problemas importantes de sueño, nerviosismo, irritabilidad y tensión. Así lo indica, entre otros, la consultora Affor Prevención Psicosocial tras estudiar la salud psicológica de los trabajadores en España tras el inicio de la pandemia.
Estos y otros múltiples ejemplos reflejan la influencia de la pandemia de COVID-19 en la salud mental dentro del ámbito laboral. Ante este escenario se hace imperativo que las empresas implementen medidas activas de protección del bienestar psicológico de sus empleados y proporcionen asesoramiento a sus trabajadores por parte de profesionales de la salud mental.
Además, es fundamental acudir a nuestras redes informales de apoyo: familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, etc. Aun en la distancia, las relaciones interpersonales, incluso las superficiales, son un importante factor protector de nuestra salud psicológica.
En definitiva, la pandemia no excusa para no ocuparnos de preservar en la medida de lo posible nuestra salud psicológica, tanto a nivel de prevención como de tratamiento.