Los problemas de salud mental han aumentado exponencialmente desde la aparición de la COVID-19. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha señalado que alrededor de un tercio de la población adulta en Europa reporta problemas de ansiedad tras casi dos años de pandemia. Una cifra que se aproxima al 50% en el caso de las personas más jóvenes.
La inseguridad en el trabajo o en los estudios y la indefensión ante la situación sanitaria provocada por el coronavirus, han incrementado el riesgo de padecer este tipo de trastorno mental.
Pero, ¿qué es exactamente la ansiedad y cómo podemos combartirla? Se lo hemos preguntado a Sara Teller, experta en física, doctora en neurociencia y coautora del libro ‘El cerebro de la gente feliz’.
¿Qué es la ansiedad?
– Sara, en pocas palabras, ¿cómo definirías la ansiedad?
Es un estado de tensión que aparece pese a la inexistencia de una amenaza inmediata o aparente. Se trata de un miedo irracional constante.
-¿Qué sucede en nuestro cuerpo cuando la padecemos?
La ansiedad desencadena tres tipos de hormonas: la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol. Las dos primeras son de activación rápida y también desaparecen rápidamente del organismo en cuanto la amenaza deja de existir.
Por el contrario, el cortisol tarda más en liberarse. Esta hormona del estrés se activa cuando sentimos que estamos bajo una amenaza intensa, por lo que nuestro cuerpo considera que necesita un “chute de energía” para poder “luchar o huir” de ella. Además, una vez se desprende, tarda horas en desaparecer de nuestro organismo.
Causas y síntomas
– ¿El ritmo de vida de la sociedad actual es uno de los principales condicionantes de la aparición de este trastorno?
Totalmente. La antesala de la ansiedad muchas veces es el estrés.
El síndrome ansioso aparece cuando creemos que no tenemos los recursos necesarios para enfrentarnos a las demandas que surgen en nuestro día a día. Unas demandas que son cada vez mayores por la forma en la que vivimos.
Creemos que podemos realizar todas nuestras tareas de manera rápida, controlada y perfecta, como si fuéramos máquinas, pero esto es imposible.
-¿Hace 100 o 150 años, las personas también la padecían?
¡Seguro que sí!
La ansiedad es un problema de salud mental que está más relacionado con cómo interpretamos lo que nos pasa que con lo que sucede en nuestro entorno.
-¿La ansiedad puede llegar a inhibir la plasticidad cerebral?
Sí, y por eso que nos cuesta más prestar atención o aprender cosas nuevas cuando estamos ansiosos o estresados.
Actualmente hay quien padece ansiedad generalizada y lo sabe, pero también los hay que la sufren sin saberlo. ¿Por qué? En mi opinión, hay mucho desconocimiento. Hay personas que desconocen cuáles son los síntomas que la caracterizan y otras que tratan de evadirlos por miedo o por el simple hecho de no querer reconocer que no están bien.
Cuando una persona tiene ansiedad vive sumergida en sus miedos, que suelen ser mayoritariamente irracionales. Aquellos que la sufren presentan una serie de síntomas que pueden llegar a limitar su día a día, como puede ser tener sensación de ahogo, taquicardias, dolores de cabeza, dolor de estómago, nerviosismo o insomnio, entre otros.
– ¿Está listo nuestro cerebro para enfrentarse al estilo de vida de hoy en día?
Se ha demostrado que el cerebro humano evoluciona cada 100.000 años, por lo que tenemos prácticamente el mismo cerebro que nuestros antepasados, los “cazadores-recolectores”. Aún no ha pasado suficiente tiempo para que haya podido adaptarse a los vertiginosos cambios que se han producido estos últimos años.
Factores de riesgo
-¿Qué consecuencias tiene y tendrá sobre nuestro cerebro el alto nivel de incertidumbre provocado por la pandemia de la COVID-19?
Esta es una cuestión que aún no tiene una respuesta clara. Lo que sí se ha demostrado es que la incertidumbre ha incrementado los niveles de ansiedad de la población en casi un 50%.
Cuando tenemos miedo hay partes de nuestro cerebro que se alteran. Por ejemplo, la amígdala y el hipocampo son áreas que se activan cuando nos sentimos amenazados por algo pero, cuando este estado se prolonga en el tiempo, se produce una hiperactivación. En estos casos somos incapaces de diferenciar si existe una amenaza real y acabamos viviéndolo todo bajo el manto del miedo.
-¿La ansiedad se hereda? ¿Qué papel juega la genética en el riesgo de desarrollarlo?
Sí, es hereditaria. Se ha visto que la aportación genética en la aparición de la ansiedad es de un 30-40%. Este dato no significa que si alguno de nuestros familiares la sufre nosotros la vayamos a padecer, sino que sencillamente tendremos más predisposición.
-¿Qué nos puede pasar a la larga si no la detectamos?
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Una de las peores situaciones que podemos vivir si se prolonga en el tiempo es que nuestro sistema inmune se deteriore. En caso de que suceda, existe una mayor probabilidad de padecer cualquier enfermedad grave.
Tratamiento y prevención
-¿Se puede superar la ansiedad con ayuda de la neurociencia?
Hay una frase que me encanta de la Dra. Marie Curie: “Nada en la vida debe ser temido, solo entendido”.
El conocimiento nos libera del miedo. Es muy tranquilizador para un ansioso conocer cómo funciona su cerebro, todos los cambios que ocurren en él cuando se tiene ansiedad y todo lo que puede hacer al respecto. Conocer el funcionamiento de la mente humana nos ayudará a hacer desaparecer miedos innecesarios y a saber cuáles son los ingredientes correctos para tener un cerebro en forma y preparado para momentos de incertidumbre.
– ¿Qué otros consejos o trucos pueden ayudarnos a luchar contra ella?
Cambiar aquellos hábitos que incrementan nuestra ansiedad es crucial.
Por ejemplo, podremos tener un cerebro mucho más ‘tranquilo’ si reducimos el consumo de azúcar, los alimentos procesados, la sal o las bebidas estimulantes.
El ejercicio físico también es importante. No sólo porque nos ayuda a mantenernos en forma y sanos físicamente, sino también porque a nivel cerebral nos ayuda a liberar una neuroquímica que nos hace sentir bien y nos ayuda a dormir mucho mejor.
Relacionarnos con personas que nos quieren y fomentan nuestro estado de tranquilidad es crucial. Cuanto más tiempo estemos en calma, más rápido podremos hacer desaparecer la ansiedad.
También es importante cambiar formas de pensar relacionadas con las autoexigencias y tratar de interpretar lo que nos pasa de manera más racional y optimista.
– Y para evitarla, ¿qué podemos hacer?
Estar presentes, conectados con nosotros mismos y escuchar nuestro cuerpo.
Prestar atención a lo que está pasando en el momento presente nos ayudará a evitar a nuestra mente imaginativa que, en casos de ansiedad, suele hacernos pensar en los peores escenarios.
La antesala de la ansiedad muchas veces es el estrés.
También es importante estar conectados, ser conscientes de lo que sentimos y hacemos. Escribir un diario, por ejemplo, puede ayudarnos a tomar conciencia de cómo estamos viviendo el día a día.
Además, debemos escuchar a nuestro cuerpo. Es quien nos avisa cuando empezamos a sufrir estrés o ansiedad y notamos que se nos acelera la respiración. Es crucial para poder actuar antes de que se presentan síntomas mayores.
–¿Los fármacos ayudan a combatir la ansiedad o pueden llegar a complicarla?
En mi opinión, tomar fármacos durante un tiempo limitado puede resultar útil para normalizar las alteraciones del cerebro.
El problema es que muchas personas se centran en el tratamiento farmacológico y se olvidan de trabajar la parte psicológica, de buscar la raíz del problema. ¿Qué sucede entonces? Que en muchos casos, tras la retirada de la medicación, vuelven a caer en la ansiedad porque no han aprendido a enfrentarse a ella por sus propios medios.
Se puede combatir la ansiedad con ansiolíticos naturales, ya que tienen menos efectos que los fármacos.
Cómo tener un cerebro feliz
– Además de científica, también eres profesora de yoga. ¿Cómo puede ayudarnos la práctica de esta disciplina a lidiar con este tipo de trastornos mentales?
De muchas maneras. Por ejemplo, nos ayuda a tomar conciencia de nuestra respiración. Aprender a respirar mejor y de manera profunda es esencial para controlar el estrés y la ansiedad.
Practicar yoga de manera regular también incrementa nuestra conciencia corporal, ayudándonos a escuchar mejor nuestro cuerpo. Nuestra mente se silencia y logramos estar presentes y sentirnos más tranquilos.
– Por último, parafraseando el título de tu libro, ¿cómo es y cómo podemos llegar a tener un cerebro feliz?
El cerebro de una persona feliz es aquel que presenta una actividad neuronal normal y es capaz de segregar niveles óptimos de neurotransmisores que nos hacen sentir bien, como la dopamina, la oxitocina, la serotonina y las endorfinas.
Dependiendo de lo que hagamos en nuestro día a día, liberaremos una neuroquímica u otra. Para para tener un cerebro feliz y sentirnos motivados y confiados debemos hacer lo posible para mantenernos en un estado de bienestar constante. Algo que lograremos si convertimos ciertas prácticas saludables en hábitos.