Se acerca el verano y, con éste, las vacaciones, las actividades al aire libre, la piscina, la playa y muchas horas de exposición al sol. Descubre en el siguiente artículo qué riesgos comporta la exposición al sol y cómo disminuirlos.
El sol es fuente de vida y de salud y resulta muy beneficioso, tanto física como mentalmente, para todos, puesto que nos ayuda a mantener un buen estado anímico y regula nuestros ritmos circadianos. Además participa en la síntesis de la vitamina D —responsable de fijar el calcio en los huesos y esencial para muchos procesos biológicos— y mejora algunas afecciones de la piel, como la dermatitis atópica, los eccemas, la psoriasis o el acné. Sin embargo, no todo son beneficios. Tomado en exceso o sin la protección adecuada, el sol puede llegar a ser un peligro, sobre todo para la delicada piel de los niños.
¿Cuáles son los riesgos derivados de la exposición al sol en la población pediátrica?
Los niños son uno de los grupos poblacionales más sensibles al sol, pues cuentan con menos mecanismos de defensa naturales y una peor capacidad para enfrentarse a las radiaciones solares.
Una exposición solar excesiva en el niño puede causar enrojecimiento (eritema) y pigmentación de la piel, quemaduras solares e insolaciones. Por otro lado, no hay que olvidarse que los daños producidos por el sol son acumulativos e irreversibles, por lo que pueden aparecer muchos años después, tal y como sucede con el envejecimiento precoz de la piel o las manchas.
Seguro que, en más de una ocasión, has oído aquello de que «la piel tiene memoria». Como dicen los expertos, la piel perdona la quemadura solar pero no la olvida, por lo que cuidar correctamente la piel desde las primeras etapas es clave para evitar, con el paso de los años, complicaciones de riesgo vital como el melanoma.
¿Sabías que las quemaduras solares en los primeros años de vida constituyen uno de los factores de riesgo de sufrir un melanoma en la edad adulta?
El fototipo, el color del pelo y de los ojos, la presencia de nevus (conocidos popularmente como pecas o lunares), el tiempo de exposición solar y los antecedentes familiares son factores de riesgo de cáncer de piel a tener en cuenta. Así, en los niños con pieles muy blanquitas y con tendencia a padecer quemaduras al exponerse a los rayos del sol (fototipo I) y que además sean pelirrojos o rubios, tengan los ojos claros, pecas y presenten antecedentes familiares, deberán extremarse las precauciones.
¿Cómo debe protegerse la piel de los más pequeños?
Algunas medidas generales que deben tomarse para evitar los riesgos del sol sobre la piel de los niños son:
• No exponer los menores de 12 meses a la luz solar directa
• Limitar la exposición solar hasta los 3 años
• Procurar evitar la exposición al sol entre las 12 del mediodía y las 5 de la tarde
• Proteger la cabeza y los ojos con gorras y gafas de sol homologadas
• Usar ropa fina, a poder ser blanca, para cubrir el cuerpo de los niños
• Utilizar sombrilla en la playa o la piscina
• Mantener una buena hidratación con agua o frutas
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Además, como veremos en el siguiente apartado, deberán utilizarse protectores solares pediátricos adecuados.
¿Cómo deben ser y aplicarse los protectores solares pediátricos?
Los protectores solares, o fotoprotectores, contienen filtros que impiden que la radiación solar dañe la piel. Estos pueden ser físicos (barrera física que refleja la radiación solar) o químicos (substancias que absorben la radiación solar y transforman la energía lumínica en térmica), siendo los físicos no absorbibles la mejor elección sobre todo en menores de 3 años.
Por otro lado, en función del tipo de radiación, los protectores solares pueden ser de amplio espectro (protegen frente a la radiación ultravioleta A y B y a la infrarroja A) o de bajo espectro (de menor protección), siendo preferibles los primeros, tanto en la población pediátrica como en la adulta.
Un protector solar infantil ideal deberá tener un índice de protección solar alto (SPF 50+), estar testado pediátricamente, evitar que el perfume y el alcohol estén presentes en su composición y ser resistente al agua y al sudor.
El protector solar, en loción, bruma o spray, deberá extenderse generosamente sobre la piel unos 30 minutos antes de la exposición al sol y su aplicación deberá repetirse cada 2-3 horas, sobre todo después de sudar mucho y de bañarse.
Cuando volvemos a casa, hay que seguir cuidando la piel después del sol, con productos específicos after-sun.
Si sigues estos consejos, tú y tu familia podréis disfrutar del verano y de una piel saludable. Además si los aplicas con regularidad, tus pequeños irán adquiriendo los hábitos de una buena rutina a medida que vayan creciendo.