En los últimos años, la crianza y la educación han pasado a formar parte de los temas de debate en los medios de comunicación, las escuelas o las redes sociales.
En un contexto como el actual, pedagogos y psicólogos estudian los fenómenos derivados de este cambio de paradigma y se apresuran a crear términos que definan los modelos educativos actuales.
Uno de estos términos es el acuñado por la autora de la obra ‘Hiperpaternidad: del modelo mueble al modelo altar’, Eva Millet.
A grandes rasgos, la ‘hiperpaternidad’ se refiere al fenómeno de crianza y educación que se caracteriza por una atención desorbitada de los hijos, que surgió en respuesta a una época en la que los hijos fueron considerados ‘muebles’, tal y como los denomina la autora. Es decir, una época en la que la descendencia era un mero complemento de la vida de sus padres y madres.
El porqué
Para Millet, existen varios factores responsables de esta ‘hiperpaternidad’. En primer lugar, se trata de un asunto demográfico: actualmente cada español tiene de media 1,3 hijos, una cifra muy lejana a la que se daba en la época de nuestros abuelos.
Por si eso fuera poco, los hijos se tienen cada vez más tarde y suele tratarse de hijos muy deseados que llegan a la familia tras la elaboración de un plan muy trazado. Además, indica la autora, también se dan muchos casos de ‘niños milagro’, que llegan al mundo tras años de tratamiento. Todo ello sumado a un cambio de paradigma, el de la familia ‘tribu’ en la que todos los miembros contribuían a modelos familiares mucho más nucleares y cerrados.
Un modelo educativo con terribles consecuencias
A la hora de hablar sobre este modelo educativo, Eva Millet alerta sobre sus consecuencias, puesto que esta sobreprotección puede ir en contra del desarrollo de nuestros hijos. Según ella, la ‘hiperpaternidad’ impide aspectos fundamentales para el desarrollo infantil, tales como el tiempo para jugar o la capacidad de esfuerzo.
En definitiva, la sobreprotección puede traer como consecuencia que el hijo no sepa cómo enfrentarse a la vida, además de dar lugar a una generación de niños preocupados o ansiosos por lo que les rodea, y llenos de miedos.
La ‘hiperpaternidad’ se refiere al fenómeno de crianza y educación que se caracteriza por una atención desorbitada a los hijos.
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Tal y como apunta la autora, la ansiedad en la adolescencia es un problema grave y muy actual. Según el último informe del Plan Nacional de Drogas, uno de cada seis jóvenes toma benzodiacepinas ante situaciones habituales como pueden ser un examen o una ruptura sentimental. Un consumo que, señala la autora, ya supera al del alcohol y el tabaco.
¿Eres una madre o un padre hiperprotector?
Entonces, ¿cómo saber si nos estamos convirtiendo en padres y madres sobreprotectores? Estas son las señales a las que debes prestar atención.
- Sueles tener miedo al futuro de tus hijos y, por ende, buscas prepararlos constantemente con las mejores extraescolares, los mejores colegios o el mejor material.
- De forma inconsciente, buscas tener el hijo perfecto y consideras la infancia como una especie de ‘campo de entrenamiento’.
- No admites la frustración para tus hijos y te cuesta admitir que tengan miedos o preocupaciones.
- Les sobreproteges y facilitas el camino de cualquier actividad, incluso en las más cotidinas como abrocharse los zapatos.
- Eres una especie de padre o madre ‘helicóptero’: te encuentras siempre orbitando alrededor de tus hijos.
¿Te has identificado con algunos de estos puntos? En caso de respuesta afirmativa, esto es lo que puedes hacer para evitar las consecuencias de la hiperpaternalidad.
Cómo evitar ser un hiperpadre o una hipermadre
A la hora de poner freno a situaciones como las descritas anteriormente, Eva Millet afirma que “solo tenemos que parar y relajarnos. Y ser capaces de tener una sana desatención de nuestros hijos”.
¿En qué se traduce esa ‘desatención’? En poner el foco en los pequeños gestos: por ejemplo, cuando un niño se cae no tenemos que correr para socorrerlo, sino que hay que dejar que se levante solo.
Además, debemos prestar especial atención a cómo nos dirigimos a ellos: tener en cuenta su voluntad es positivo, pero no debemos olvidarnos de que en la jerarquía familiar los padres son quienes toman las decisiones y los niños quienes deben acatarlas: “el pequeño tiene que saber que tiene unas responsabilidades que debe cumplir y que hay cosas que no se hacen”.
De esta forma, indica la autora, estaremos educando su carácter y dándole herramientas para ser autónomos. “La empatía también es esencial. Educar la empatía es proporcionar a nuestros hijos la habilidad de ponerse en el lugar del otro” afirma Millet.