Cuentan que en Sâvatthî, el rey Pasenadi le preguntó a Siddharta Gautama, el Buda: “Venerable señor, ¿existe alguien que haya nacido libre del envejecimiento y de la muerte?” A lo que Buda respondió: “Majestad, nadie nace libre de envejecer y morir.”
El envejecimiento es una circunstancia universal que nos atañe a todos. Considerado símbolo de decadencia y recuerdo constante de que la muerte se aproxima, buscamos refugio en cualquier otra cosa para no pensar en lo que le ocurre a nuestro cuerpo a medida que cumplimos años.
Ahora bien, ¿qué es el envejecimiento? ¿Está determinado en nuestros genes? ¿Está nuestro destino ya programado? ¿Hay algo que podamos hacer para retrasar la aparición del envejecimiento y frenar el deterioro de nuestras funciones psíquicas y físicas?
Aunque estas preguntas hayan encontrado respuesta en numerosas novelas y series de ciencia ficción, lo cierto es que no es necesario acceder al imaginario colectivo para darnos cuenta de que, efectivamente, hoy ya estamos en disposición de asumir nuevas conductas y hábitos que nos ayuden a sobrellevar una vida más longeva y de mejor calidad.
El experimento de Boston
En 1939 se encontraron algunas de estas claves de manera contingente, como suelen acaecer los grandes hallazgos. Científicos de la Universidad de Harvard iniciaron una investigación longitudinal sobre la felicidad, que denominaron The Grant & Glueck Study.
Recientemente uno de los investigadores de dicho estudio, el director del Harvard Study of Adult Development Robert J. Waldinger, mostró al gran público las primeras conclusiones contrastadas.
Para la realización de la investigación se tomaron 456 hombres pobres de barrios periféricos de Boston y 268 hombres graduados en las clases de Harvard (entre los que, casualmente, se hallaba el futuro presidente J.F. Kennedy).
Los sujetos fueron evaluados cada dos años mediante entrevistas personales y análisis médicos. Se recogía periódicamente información precisa sobre su salud física, su condición anímica y otras cuestiones relacionadas con su entorno familiar.
Cabe resaltar que el estudio sigue vigente y se sigue evaluando a los supervivientes de la muestra, así como a sus descendientes, por lo que podemos intuir que la cantidad de datos e información recogida es inmensa.
Waldinger nos asombró al revelar que el deterioro cognitivo, la presencia de conductas drogodependientes o suicidas y la aparición de un envejecimiento prematuro, aparecieron tanto en el grupo de clase pobre como en el de clase rica, sin notables diferencias.
Del mismo modo, el éxito profesional, entendido como reconocimiento masivo, tampoco determinó una mejora de la calidad de vida a nivel físico o psíquico.
Las personas que cuidan su entorno afectivo viven más años, con mayor bienestar, alejados del deterioro cognitivo temprano.
Llamativamente, sólo hubo una variable significativa que marcó una gran diferencia entre ambos grupos: haber creado y sostenido relaciones afectivas de calidad. Así pues, las personas que habían cuidado a lo largo de su vida su entorno afectivo vivían más años, con mayor bienestar, alejados del deterioro cognitivo temprano y de otros trastornos fisiológicos y psicológicos.
Las seis claves del envejecimiento
Más allá del estudio mencionado, en la actualidad David Sinclair está considerado como uno de los mayores expertos en envejecimiento.
Sinclair es profesor de genética en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard y es el director del laboratorio Paul F. Glenn de los Mecanismos Biológicos de Envejecimiento. Sus hallazgos sobre cómo evitar el envejecimiento se han popularizado gracias a la publicación de sus libros que se han convertido en bestsellers: Alarga tu esperanza de vida y Cómo la ciencia nos ayuda a controlar y revertir el proceso de envejecimiento.
Sinclair tiene una edad cronológica de 50 años, pero una edad metabólica de 31 años. Este profesor de Harvard, que lleva 25 años estudiando la manera de frenar el envejecimiento y aplica sobre su propio cuerpo los principios resultantes de sus hallazgos, afirma severamente que el envejecimiento es una enfermedad (de hecho, la OMS quiere incluir en la CIE-11 – 11ª edición de la Clasificación internacional de enfermedades – el envejecimiento como enfermedad, para enero de 2022). Según él, si el ser humano invierte esfuerzo en estudiar los modos de detener el envejecimiento, la esperanza de vida puede aumentar notablemente en las próximas décadas, sin detrimento de la calidad de los años vividos.
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El envejecimiento es una enfermedad.
De hecho, Sinclair considera que hay 6 aspectos claves contra los que hay que lidiar para vencer el deterioro del organismo:
- Evitar que las 26.000 millones de células con las que nacemos pierdan información. A medida que envejecemos el material genético de nuestro cuerpo que estaba perfectamente empaquetado comienza a desconfigurarse. Si lográramos que las células no perdieran las instrucciones iniciales de correcto funcionamiento, evitaríamos en envejecimiento.
- Hay que eliminar las células zombis, células que quedan atrapadas en los tejidos, generando una toxicidad potencial que está detrás de múltiples enfermedades degenerativas.
- Cuidar las sirtuinas (genes SIRT1), un tipo de enzima con capacidad para reparar el ADN deteriorado. Las sirtuinas resetean el cuerpo durante el ayuno, reparando los genes dañados y las células enfermas o alteradas. Las sirtuinas se cuidan precisamente o bien practicando el ayuno, o bien ingiriendo alimentos ricos en estas sustancias, como las semillas de chía, la canela, el aceite de oliva y el kale.
- Evitar la glotonería y la pereza puesto que el ejercicio y una alimentación liviana ayudan a colocar al cuerpo en “modo supervivencia”, facilitando un entorno de creación de sirtuinas .
- Activar la grasa parda a través de la exposición al frío. Esta acción no sólo tiene funciones adelgazadoras, sino que activa las mitocondrias, las centrales energéticas de las células, las cuales tienen tendencia a decaer con el paso de los años.
- Monitorizar nuestro cuerpo a través de biomarcadores muy específicos, directamente relacionados con ciertos genes vinculados con la presencia o no del envejecimiento. Esta monitorización nos permitiría reiniciar el cuerpo cuando sea necesario, a través de cambios de conducta, como variaciones en la alimentación o el ejercicio.
Con todo, según Sinclair existen dos sustancias muy prometedoras que podrían convertirse en el elixir de una vida longeva y de calidad. ¿Se imaginan jugando un partido de tenis con 120 años? Difícil de asimilar, ¿verdad?
Dos sustancias esperanzadoras
La primera de estas sustancias es el NMN. Es un derivado de la vitamina B3 (niacina) y en el cuerpo tiene la función de crear NAD+ (Nicotamida adenina dinucleótico), una molécula esencial que se encuentra en todas las células del cuerpo.
En relación al NMN, es importante mencionar que el Dr. Satchidananda Panda observó en un estudio de 2018 que la contención de calorías, ciertas restricciones alimentarias, la práctica de ejercicio físico y el ayuno intermitente facilitaban el aumento de la longevidad.
Ahora bien, el problema está en que nuestros hábitos y estilo de vida no siempre son compatibles con la adquisición de estos cambios de conducta. En este sentido, los investigadores están buscando moléculas que puedan hacer de sucedáneo y potenciador de estas prácticas.
Alimentos como el brócoli, los tomates, los aguacates o la col son ricos en NMN. Aún así, los investigadores han observado que la dosis funcional de NMN requeriría comer quilos y quilos de estos alimentos, lo cual es inviable, contradictorio y obligaria a incorporar esa sustancia como suplemento alimenticio.
La otra sustancia a tener en cuenta es el resveratrol, un polifenol presente en uvas y moras con capacidad para proteger el cerebro del estrés oxidativo y de la aparición de deterioro neurodegenerativo.
Investigadores de la Universidad de Exeter lograron comprobar en sus estudios con ratones como el resveratrol reactiva los factores de empalme, una cierta clase de proteínas que decaen con la edad, perjudicando a todo el mecanismo de fabricación de proteínas.
Así pues, el resveratrol podría no solo ser un factor clave en la mejora de la longevidad, sino que además, puede ser clave en que esa longevidad vaya acompañada de una óptima calidad de vida.
Hábitos de vida universales para retrasar el envejecimiento
Por lo tanto, y llegados a este punto, es interesante observar qué rutinas y hábitos están siguiendo expertos en retraso del envejecimiento como David Sinclair.
A continuación, vamos a ver un listado de algunas de sus prácticas habituales, sin olvidar que no son consejos médicos, sino una práctica personal que el investigador pretende compartir respetando el principio de transparencia:
- Mantener al mínimo la ingesta de pan, azúcar y pasta. (Dejó los postres cuando cumplió los 40 años).
- Saltarse una comida al día.
- Caminar y subir escaleras todos los días. Hacer deporte diario con intensidad media: cardio, pesas.
- Comer muchas verduras y hortalizas. Evitar la carne de mamífero (sólo come carne si hace ejercicio muy intenso).
- Realizar baños de frío, o duchas de contraste calor-frío.
- Intentar estar en un ambiente fresco.
- Chequear cada pocos meses múltiples biomarcadores en sangre, para realizar ajustes en alimentación y actividad física.
- No fumar.
- Evitar plásticos calentados en el microondas.
- Limitar la exposición a rayos uva, rayos X o TAC.
- Mantener el índice de masa corporal (IMC) en un rango óptimo.
- Tomar un gramo (1000 mg) de NMN cada mañana, junto con un gramo de resveratrol mezclado con yogur.
- Tomar una dosis diaria de vitamina D y vitamina K2.
Prácticas a las que añadimos desde aquí aquellas máximas imperecederas de la sabiduría popular como: “no te tomes la vida demasiado en serio” o “Nada en exceso”.
Vivamos la vida no como un camino incierto y repleto de calamidades sino como un trayecto repleto de oportunidades, que vale la pena compartir con la gente que amamos.
Artículo escrito por Benjamín Porras, psicólogo y especialista en salud mental.
Félix Delgadillo M says:
Excelente articulo
Félix Delgadillo M. says:
He podido comprobar y comprender que somos lo que comemos
Acofarma says:
Exacto, Félix. Gracias por leernos 🙂
Acofarma says:
Muchas gracias 🙂